Por Víctor Silva Echeto
Número 27
La construcción de las identidades y las alteridades, desde la perspectiva de la Comunicación Intercultural, se encuentra hoy ante una de sus mayores crisis.
Es que hoy en día la cuestión de las identidades culturales salta al primer plano tanto del análisis de los procesos sociales como en la elaboración de los proyectos políticos. Esto se debe a la crisis radical que atraviesan, por un lado, los modelos de desarrollo, y por otro, los paradigmas desde los que esos modelos fueron legitimados e impugnados.
En este contexto se han ido produciendo, en las sociedades contemporáneas, intentos de reafirmaciones identitarias; acompañadas de situaciones críticas de rechazo o acogida al "Otro", al supuestamente diferente, a las alteridades étnicas culturales y sociales. Por una parte crece el número de comunidades que no ocultan su hibridez física y socio-cultural, y por otra, se crean también las que intentan rechazarlas, agudizando los grados de violencia al intentar ocultar sus marcas híbridas. Finalmente, hay que considerar, que las distancias virtualmente se reducen, quebrando el "aquí" y "ahora". Son momentos contemporáneos en que presenciamos en "vivo" y en "directo" una "guerra" (¿intercultural?) por televisión. La no comprensión del "otro" legitima un discurso "fundamentalista" tanto por parte de Occidente como de los llamados musulmanes que operan occidentalmente, tanto desde el punto de vista económico, como militar.
La mitología blanca, como la denomina Jacques Derrida, que ha propugnado Occidente y que generaliza sus particularidades transformándolas en globales. Es una manera de glocalizarse en la medida en que las particularidades de pensamiento, económicas y militares se globalizan. En el marco de la mitología blanca (Derrida; 1971ª, 1989: 253-ss), se opera imperializando las tecnologías de la comunicación y bélicas.
"La metafísica -mitología blanca- que reúne y refleja la cultura de Occidente: el hombre blanco toma su propia mitología, la indoeuropea, su logos, el mythos de su idioma, por la forma universal de lo que todavía debe querer llamar razón" (Derrida; Op. Cit.:253).
El término glocalización, está siendo rescatado actualmente en los estudios sobre la Comunicación Intercultural, porque permite discutir las líneas globalizadoras que no habilitan más que una mirada uniforme y homogénea sobre la economía, la sociedad y el arte. Sin embargo, a esas líneas globales (que no se discuten), se producen, paralelamente, movimientos paradójicos de localización. Glocalización es un concepto que viene del inglés Glocalisation, y designa el hecho de que en lo sucesivo lo global es inseparable de lo local.
De esta forma surgen algunas preguntas: ¿es posible pensar interculturalmente sin tener en cuenta estos contextos?, ¿pueden obviarse las violencias simbólicas y simuladas que se generan en torno al universo mediático?
Hay que considerar que los cambios que se están produciendo contemporáneamente en torno a las nociones: identidad y alteridad, permiten proponer nuevas vías para los estudios de esos conceptos. El concepto esencialista de identidad ingresa en un proceso acelerado de descomposición y las nuevas perspectivas híbridas y mestizas comienzan a ser valoradas no sólo en los ámbitos intelectuales y universitarios, sino también en el contexto cultural.
Es que las identidades y las alteridades son construcciones intelectuales que sólo toman sentido al ponerlas en relación la una con respecto a la otra. Ya lo planteaba Charles Sanders Peirce, cuando señalaba, que dónde quiera que haya identidad, hay necesariamente alteridad. En términos sociológicos Manuel Castells expresa:
"Es fácil estar de acuerdo sobre el hecho de que, desde una perspectiva sociológica, todas las identidades son construidas. Lo esencial es cómo, desde qué, por quién y para qué. La construcción de las identidades utiliza materiales de la historia, la geografía, la biología, las instituciones productivas y reproductivas, la memoria colectiva y las fantasías personales, los aparatos de poder y las revelaciones religiosas" (Castells, 1997: 29).
El carácter relacional se asume tanto desde la identidad como desde la alteridad, porque los otros también piensan sus relaciones con la mismidad. "Lo que nosotros llamamos instituciones, orden social, filiación y alianza se inscribe en el pensamiento de la identidad, de la alteridad y de la relación" (Augé, 1994, 1996: 21).